Las cuevas tienen sentido
Soy un animal pequeño, y un oso grande y agresivo corre detrás de mí intentando atraparme para hacerme daño. Corro, de vez en cuando mirando para atrás. Mis piernas no pueden avanzar más. Es mucho tiempo así.
De pronto, encuentro una cueva. Me meto en ella. Me meto en ella porque me da seguridad. Sé que ahí no puede atraparme. Que ahí no me hará daño. Y en ella me quedo. Esperando. Intentando calmar mi respiración todo lo que puedo. Me repito que eso no volverá, que estoy a salvo. Me lo repito tantas, tantas, tantas veces como haga falta.
Pero no salgo a fuera. A comprobarlo. Es demasiado arriesgado, pienso (y siento, sobre todo, siento). ¿Tengo hambre? Primero, mi seguridad; luego, si eso ya, el hambre.
Estoy tan asustado, que allí me quedo, inmóbil durante un buen rato. Quizás minutos. Quizás horas. Quizás años. No sé. Lo que sé, es que estoy a salvo de aquel depredador. Y que aquí no puede hacerme daño.
El tiempo pasa…. ¿Cuánto? No sé. Aquí en la cueva todo es tan oscuro, que pierdo la noción del tiempo. Difícil saberlo. Vuelvo a acordarme de lo mucho que allí fuera sufrí, de lo mucho que me costó encontrar este refugio, de lo mucho que me esforcé. Pienso también que no sé qué haría ese depredador… ¿seguirá por ahí? ¿me estará esperando, o se habrá entretenido con otra cosa? Por si acaso, me sigo quedando aquí.
Yo creo que ha pasado mucho tiempo. Tuvo que haber pasado mucho, porque me siento entumecido. Voy lento. La sensación de hambre cada vez es más difusa.
¿Y si salgo? ¿Y si me asomo solamente? ¿Y si vuelve a venir?
No. Mejor no. Mejor me quedo en mi cueva, que ya la conozco bien y aquí estoy a salvo. Porque si salgo, y me vuelvo a encontrar con el depredador, no lo soportaré. Ya sé cuánto me cuesta, ya sé cuánto se sufre. Ya sé que estaré en peligro.
Siento seguridad. Y también siento miedo.
Y todo ello me protege de volver a pasar por lo que ya pasé. Es válido, tiene sentido, sentir todo eso después de haber sido perseguido por un depredador y encontrar una cueva.
